DÉCIMAS A ANA GONZÁLEZ VIUDA DE RECABARREN
Escribe Jorge Lillo
Le quitaron a su esposo,
a sus hijos, a su nuera;
así nació esta guerrera
buscadora sin reposo.
A partir de lo horroroso,
esta mujer como tantas,
ante la muerte se planta
exigiendo explicación.
Ante la vil sumisión,
su espíritu se levanta.
Cerraron los ministerios,
las puertas y las ventanas,
le dicen: “vuelva mañana”
los peones del descriterio:
el juez en su magisterio,
el militar arrogante,
el político tunante
que espurio salario gana.
Después se le muere Ana
de tanto dolor punzante.
Hoy surgen los homenajes
de encumbrados y gentiles;
hasta cómplices civiles
le sacan lustre al lenguaje.
Ahora todo linaje
a su figura se afilia,
mas la palabra no auxilia
a quien se murió a la espera
de que alguien le dijera
“Aquí quedó su familia”.
La mandan de Nueva York
un lacrimoso saludo
de quien no dijo: ”te ayudo”,
para aliviar su dolor.
A pesar de tanto horror
se adormece la conciencia
ignorando la carencia
de justicia en esta tierra,
pues de la boca pa’ fuera
es nula la consecuencia.
Se murió Anita González
sin hallar a su familia.
¡Tantos años de vigilia
buscando restos mortales!
Siguieron los criminales
–culpables de Dictadura–
ejerciendo la tortura
sobre esta anciana indefensa,
y a pesar de tanta ofensa,
sigue en alto su figura.